
Reloj de arena, Petu 2021
Un buen día te levantas y todo sale a pedir de boca. Los acontecimientos se suceden tranquilamente, parece que obedecen a una razón desconocida. Te vuelve la calma y sientes la necesidad de dejarte llevar porque no te arrastra ni te posee el drama. Sabes que darle la razón a lo que pasa es la respuesta. Por una vez te entregas a lo fácil, para que no se desate tu cólera interna que intenta reorientar todo hacia la consecución de tus caprichos infantiles.
Y ya está, ahora es como tirar de un hilo flojo, suave, que no se enreda si no es levemente entre tus dedos. Cada pulso ocupa su sitio y cada respiración inspira a la siguiente en un continuo que sigue provocando una cálida pereza. No hay sopor ya que los sentidos sin estar exaltados se activan provocando un baile de placenteras sensaciones. No ceder a ellas es como pecar, parece más una renuncia que una entrega; aunque la renuncia recuerda a la negación y la entrega te deja un rastro de regustillo dulce, aquí obedece a otros estímulos. Aquí ceder a las sensaciones es no precipitarse pues no tiene esa violencia, no pierdes tu esencia sino que la ganas. Te apoderas de tu verdadero yo para asirle y no para aferrarte con miedo y ansia a él.
Aprovechar ese momento que entra sin avisar y que en cualquier momento te abandona es como dejarte flotar por aguas en calma. Y es que a veces no lo hacemos. Secuestramos esos momentos devolviéndoles la violencia del estrés, de la prisa en la que siempre, todos, estamos inmersos. No vale intentar reproducirlos. Con el esfuerzo se evapora su esencia. Solo queda estar abierto a la visita inesperada pero cálida y deseada. Solo cabe soñar cuando no viene, cuando no está aquí. Al valorar todo esto le hacemos una seña para que se adelante cuando apenas se ha asomado para saludar. Le damos la bienvenida y volvemos a tirar sin ansia de nuestro hilo.
Petu, 7 diciembre 2021

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