What is a road trip you would love to take? —¿Qué “viaje por carretera” te gustaría hacer?

I’m not one to dwell in the past. I don’t even think of it much. I like to live in the present. I read that it’s what you’re supposed to do: live in the present. All spiritual leaders say: be present. 

Usually, the past catches up with me at unsuspected moments. It sort of takes me by storm and then leaves, like gusts of wind that come and go. Often the content of these sudden memories surprises me, too. I’m surprised at how many things I’ve done, how many things I’ve lived, and felt, how many people I’ve met, and unmet.

Perhaps thinking of the past, of one’s past, it’s not necessarily a bad thing. It would depend on how you think about that past. With what purpose. If you think about it as if it is something that it’s set in stone, you’re in trouble. It’s not.

When I think of my past, I’m, as I said, surprised. Surprised at how every time I look at it, it looks slightly different. The same situations, the same people, even the feelings I thought I felt, often shift, ever so little, giving me the impression that the past is not past at all, and certainly not dead, but very much alive. The first time I sensed this, I became aware of the fact that by not thinking of my past I wasn’t revising my notion of it. And in not doing this, my present was being affected by my past by not being aware of it and of its shifting nature. My present was stuck in my past as I had decided it was a long time ago.

When I was a small child of about 8, I wanted to travel to the land of Korda’s The Thief of Bagdad, which wasn’t there anymore. When I was around 12, I wanted to go to the land of the tv series The Water Margin; that land was China during the Sung Dynasty. Also gone, of course. 

I would like to take the most dangerous, hazardous and magical of all road trips: that to my past. The whole road, from now to the very beginning.

Vivi, January 17th 2022

©Viviana Guinarte

¿Qué “viaje por carretera” te gustaría hacer?

No soy de las que viven en el pasado. Ni siquiera pienso mucho en él. Me gusta vivir el presente. He leído que es lo que hay que hacer: vivir en el presente. Todos los líderes espirituales dicen: estar presente. 

Normalmente, el pasado me alcanza en momentos insospechados. Me toma por sorpresa y luego se va, como ráfagas de viento que vienen y van. A menudo, el contenido de estos recuerdos repentinos también me sorprende. Me sorprende la cantidad de cosas que he hecho, la cantidad de cosas que he vivido y sentido, la cantidad de personas que he conocido y no he conocido.

Quizá pensar en el pasado, en el propio pasado, no sea necesariamente algo malo. Dependería de cómo se piense en ese pasado. Con qué propósito. Si pensamos en él como si fuera algo que está grabado en piedra, tenemos problemas. No lo está.

Cuando pienso en mi pasado, como dije, me sorprendo. Me sorprende que cada vez que lo miro, parece ligeramente diferente. Las mismas situaciones, las mismas personas, incluso los sentimientos que creía sentir, cambian a menudo, aunque sea un poco, dándome la impresión de que el pasado no es pasado en absoluto, y ciertamente no está muerto, sino muy vivo. La primera vez que percibí esto, me di cuenta de que al no pensar en mi pasado no estaba revisando mi noción del mismo. Y al no hacerlo, mi presente estaba siendo afectado por mi pasado al no ser consciente de él y de su naturaleza cambiante. Mi presente estaba atascado en mi pasado tal y como yo había decidido que fuera hace mucho tiempo.

Cuando era un niño pequeño de unos 8 años, quería viajar a la tierra de El ladrón de Bagdad de Korda, que ya no estaba allí. Cuando tenía unos 12 años, quería ir a la tierra de la serie de televisión La Frontera Azul; esa tierra era China durante la dinastía Sung. También desapareció, por supuesto. 

Me gustaría hacer el más peligroso, arriesgado y mágico de los viajes por carretera: el de mi pasado. Todo el camino, desde ahora hasta el principio.

Vivi, 17 enero 2022

©Viviana Guinarte

Juguete favorito

He sido afortunada con eso de los juguetes. He disfrutado de muchos, de los míos y de los de mis hermanos. No sé muy bien si he tenido juegos favoritos o momentos favoritos en los que jugaba con un montón de cosas que no necesariamente eran juguetes.

Mis juguetes favoritos… creo que fueron aquellos con los que pasaba horas y horas las mañanas de los sábados y domingos de mi infancia. Pero no consigo decidirme por uno solo, ¡imposible! Hay mil, entre ellos una muñeca especial que sale en alguna de mis fotos antiguas, mi primer peluche que aún conservo con todas sus calvas, el cine de juguete que fue todo un descubrimiento, el juego de construcciones de mi hermano.  

¿Puedo incluir las pinturas en esa lista? Nos pasábamos las horas cantando y oyendo cuentos con el tocadiscos, mientras manchábamos y manchábamos hojas de papel y, eventualmente, la sufrida moqueta azul gris que fue testigo de toda mi infancia ya estuviéramos sentados, tumbados, apoyados de lado. Mis recuerdos también giran alrededor de dos viejos puffs de fibra trenzada y piel de vaca en la parte de arriba. Los utilizábamos para rodar sobre ellos pero nunca fueron un verdadero asiento. 

El momento más temido y pesado: recogerlo todo en un gran cajón forrado de aironfix de “terciopelo” verde y adornado con remaches de metal. Un poco antes de eso, y vacío el cajón, también nos metíamos dentro en innumerables ocasiones convirtiéndolo en un barco, no sé si pirata o no. Dentro de casa esos fueron nuestros “trastos.” 

Cuando hacía bueno salíamos al Retiro cargados de bicis, triciclos, patines, cubos y palas pero sobre todo ropa para rebozarnos bien en la tierra. Empocilgados, que decía mi padre, y que nosotros siempre entendimos como hasta arriba de porquería. El mejor regalo de un niño: disfrutar sin tener que preocuparte de las manchas, la ropa y los zapatos. Venir como si lo hicieras de la guerra pero con una sonrisa de oreja a oreja. Insuperable. 

No puedo reducir mi lista a un solo juguete, han sido tantos que es muy difícil hasta hacer una pequeña selección, pero creo que los juguetes en nuestra casa han sido muy disfrutados, muy compartidos y también sacados de su uso habitual en numerosas ocasiones. Hemos exprimido todos y cada uno de los que llegaron a casa fueran para nosotros o para otro de los hermanos. Reciclados, heredados, intercambiados, casi todos muy especiales por eso me resisto a decir uno. Me quedo con los momentos vividos, con esos recuerdos y, como niño glotón, con todos los juguetes que poblaron mi infancia.

Petu, 8 enero 2022

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