Con una capita de polvo marrón

Petu, 2022

Hoy hemos amanecido raro, el cielo aparecía marrón, el campo tenía una densa lámina de polvo. Mis árboles favoritos, mis lugares perfectos eran todos una deslucida imagen de color sepia. Dicen que es polvo del Sáhara pero parece una foto antigua, una estampa trasnochada en la que todo sale viejo y con apariencia borrosa. En las fotos me gusta, en la naturaleza no.

Mi paisaje, el de todos, debe ser nítido; el cielo debe lucir su mejor azul, el campo bien verde en invierno, un verde jugoso y húmedo; de color amarillo, el de la paja, cuando hace calor, blanco solo cuando nieva y poco más. Nada de desteñidos ni paletas de tonos raros. No quiero otras representaciones extrañas y menos si son desvaídas.

Además de triste esta mañana el paisaje estaba más silencioso, era como una negativa a asimilar este cambio que parece que no solo me disgustaba a mí. Parece que ese disgusto se había extendido a otros, más o menos protagonistas de nuestro querido entorno. No lo recibí como esa tranquilidad tan agradable que se produce después de una intensa nevada en la que los sonidos se amortiguan y la calma y el reposo se adueñan de toda la naturaleza y también de uno mismo; esto no era igual, esto no era sino una afonía en la que todo se queda mudo por desconfianza, para mostrar su desaprobación y sospecha.

Hoy permanecer asomada a la ventana requería un plus de atrevimiento para afrontar esta distorsión, a mi juicio grave. No me encontraba con ánimos después de ver el panorama que me rodeaba. Para mí quedarme mirando y preguntándome qué era esto supuso un himno a la osadía. Por eso hoy no me recreé mucho mirando al exterior, hoy no necesitaba una gran excusa para dedicarme a otras cosas enseguida. Y quise cambiar de tema, entretenerme en otros quehaceres y evadirme, pero no podía. Seguía terca con lo mismo y no podía separarme de la imagen plana, marrón y triste que me perseguía desde la ventana.

El ánimo también amaneció turbio como si desde ese insólito cielo nos empujaran hacia abajo, como si hubiéramos ganado todos algo de peso, perdido talla, o las dos cosas a la vez. De momento no sé cómo hacerle frente a nada de esto y me estrujo la cabeza para desintoxicarme de polvo y de pesadumbre emocional. Pero algo tengo que hacer para sacudirme ambos. Porque hay un no sé qué de bolero en todo el ambiente desde entonces. 

Petu, 2022

Tristeza y melancolía que me traslada, con cierto remordimiento, a imaginar como avanzaba la vida antes; y contemplo el que tuvo que ser un transcurrir lento y esforzado de nuestros ancestros como contrapartida a este devenir apresurado y superficial, que se pega a nuestros días como otra piel encima de la nuestra, mientras corre desaforado intentando dejarnos atrás continuamente. Pero aunque en sus fotos nos muestre una realidad coloreada de  marrón, apagada y tenue, los vivos colores desprovistos de contaminación del entorno de nuestros abuelos no eran así de desvaídos, solo lo son sus fotos.

Tengo la intención de cambiar de planteamientos y fijar los términos en los que voy a indagar para no despistarme con estas nuevas señales del paisaje que ya veo que no me van a echar una mano. El caso es que el resultado no compensa de momento, las ideas van y vienen en desordenado batiburrillo; como el polvo que cambia de sitio cuando lo limpias en casa; el aire enrarecido lo vuelve todo más espeso y no se te ocurra añadir agua ahora porque podrías vértelas con el dichoso barro. 

Así las cosas tenemos que hacer doble esfuerzo para aclarar conceptos, y yo aprovecho para hacerme las mismas preguntas de siempre pero de una manera mucho más intuitiva. Las respuestas, que tendrán mucho que ver con las que voy a necesitar ahora, serán idóneas para esa limpieza general. Mientras sigo enredada en mis pensamientos intento pillar desprevenida esa desafortunada imagen que me devuelve la ventana, y de vez en cuando me asomo rápida para ver si ese color tan incómodo se ha disipado un poco. 

La idea de dejarme llevar por la tristeza del día no me gusta mucho y me apena pensar más en ello, así que lo primero que me planteo es subir un poco los ánimos, “des-aplastarme”. Bailar no puedo, por prescripción médica, pero poner música y cantar… ¿quién me lo impide? Voy a tener una mañana de derrotar ese polvo extraño y lo haré a conciencia pero sin el plumero. Ahora lo que menos me apetece tomar es un batido de cacao, bastante tengo hoy con la arenisca de chocolate; hoy creo que va a ser un gran vaso de horchata, a ver si con ella desbloqueo este sopor, blanqueo un poco el paisaje y me libro por unas horas del desencanto.

Petu, 26 junio 2022

Vivi, 2022

¡Una de caracoles!

Caracoles, watercolour, Petu 2022

Hija, tú eres lenta. Eres lenta como tu padre, me dice siempre mi madre… Y es verdad. Voy a otra velocidad. Hago las cosas a mi ritmo y a veces pongo de los nervios a los que me rodean; me esperan pacientemente a que acabe de hacer lo más cotidiano y pierden la calma hasta los más tranquilos. Me pones nervioso, oigo a menudo. Alguna vez he contestado, si el tono era demasiado crítico: no, yo no puedo ponerte nervioso, tú ya eres nervioso. No lo hago adrede ni mucho menos, cuando estoy en grupo aprieto el paso, soy más solícita e incluso puedo correr. Tengo claro que voy con más gente, que algunos no tienen tiempo que perder. No quiero obligar al resto a ver pasar la vida con la misma cadencia que yo. Eso suena un poco egoísta.

Pero cuando estoy sola estiro esos momentos y los paladeo. Mi tendencia a ensimismarme viene de lejos. Creo que me entretenía sola desde pequeña, que seguía mis propias cavilaciones y me costaba aterrizar cuando me hablaban si estaba en medio de mi cadena de pensamientos. La timidez también magnifica esos diálogos internos, te hablas a ti misma, tienes una vida aparte. Me relaja esa lentitud mía que irrita tanto a los demás a veces; viene muy bien para ordenarte la cabeza, el armario y la vida. Yo apostaría por intentarlo si no lo habéis hecho, aunque solo funcionara para una de las tres cosas. 

Claro que, actuar así tiene repercusiones. Cunde menos todo, te da tiempo a hacer exactamente la mitad de lo que habías programado, pero cuando acabas no se te sale el estómago por la boca, no estás agotada como cuando pierdes el autobús después de darte la gran carrera. Generalmente no siento tristeza por lo que no he conseguido terminar, pero soy consciente de que me ha llevado muchos años salir airosa si lo he alcanzado con el tiempo. He tenido que esforzarme mucho para no decir ¡mañana lo termino! No es fácil pero en algunas ocasiones he podido decir sin despeinarme ¿pero para quién es importante, para ti o para mí?

Si he conseguido muchas cosas es a fuerza de mucho ensayo-error, de sentir que un sobre esfuerzo no es malo si es puntual; pero la cadena de voy-a-agotarme-para-conseguir-algo y mañana me monto en otro tren desbocado sin un criterio concreto ni dirección aparente. No vale de nada. Si en un momento de tu vida tienes la sensación de que todo se reduce a eso no hay duda, por ahí no es. Ya sé que tampoco se resuelven las cosas con excesiva tranquilidad, pero conseguir moverte en un término medio siempre ha sido lo más saludable. Lo mejor para no claudicar en una sociedad tan acelerada como ésta es no dejar colgadas cosas sin hacer, pero tampoco permitir que la vorágine te arrastre con su enloquecida competición. No seamos nunca más correcaminos. Votemos por las carreras de caracoles.

Petu, 24 enero 2022

Consejos a tu yo adolescente

Tengo que echar la vista muy atrás para recuperar ese estado casi continuo de zozobra interior, ese pensar que vas a morir al minuto siguiente y una habilidad inmensa de tomártelo todo a la tremenda. Si alguna frase puede ser más apropiada para definir todo eso que te rodea es intensificar al extremo cualquier vivencia o el estado de ánimo producido por ésta. Te lleva a vivir en un torbellino insoportable creyendo que la situación que provoca el desequilibrio es real, aunque a veces sea imaginada por ti.

Desde la distancia que proporcionan los años que han pasado desde entonces es más fácil reconocer este tipo de reacciones en ti y en otros, pero hay gente que sufre de ese síndrome durante toda su vida sin poder hacerse cargo de sus consecuencias, a veces devastadoras. Date permiso para reaccionar, pero no lo hagas compulsivamente cuando tus sentimientos se vean sacudidos por emociones desbordadas. Porque tus sentimientos no son tú. Lo que haces al reaccionar así no eres tú. Eres más que un momento de perder los papeles, aunque a veces dura más que un momento, de perderte a ti misma, de ver una enloquecida realidad en todo lo que te rodea.

La identificación con todo lo que haces te lleva al otro extremo cuando la emoción decae y sientes lo que ha provocado en ti (y percibes  los resultados);  cuando te ha traspasado como un vendaval: asumir o no la responsabilidad si la ha habido o se ha causado daño requiere una madurez que no siempre está presente en nuestra etapa vital de la adolescencia.

Cuando mis respuestas son adolescentes, sí a veces lo son todavía, me digo a mí misma cosas como:

Domina las emociones, eso significa mirarlas sin juzgar cuando aparecen pero no dejarse llevar por ellas. En vez de eso permitir que la tranquilidad y la calma tomen ese sitio, que se apoderen de ti emociones más suaves y estabilizadoras. Aprender de aspectos de nosotros que no nos gustan tanto, te hace pensártelo mucho más antes de volver a caer en ellos, aunque generalmente tendemos a aprender de algunos errores para inmediatamente después caer en otros.

Ser prudentes en nuestras decisiones nos desafía a apaciguar esa costumbre de actuar sin pensar que tan a menudo nos envuelve. 

Conseguir dominar el miedo, la incertidumbre, sabiendo que tendrán un carácter pasajero… Todo eso me digo a mí misma cuando ocurre un episodio de esos, que te desarma y te deja sin recursos para hacer frente a un enfado, un contratiempo o a alguien, que no está acostumbrado a poner límites personales, que obliga a los demás a ponérselos.

Ya no es un estado permanente como en mi época de adolescente, no es incontrolado, pero cuando viene y se va sigue dejando un rastro incómodo, muy molesto. Hoy por hoy también paso por todo esto, me digo las mismas cosas que antes para quitarme de encima sus desagradables efectos pero no sucumbo a ellos. No, ya no cedo. O al menos eso es lo que intento.

Petu, 5 enero 2022

ENGLISH VERSION

Advice to your teenage self

I have to look far back to recover that almost continuous state of inner anxiety, the thought that you are going to die the next minute and an immense ability to take it all the hard way. If any phrase could be more appropriate to define all that surrounds you, it is to intensify to the extreme any experience or the state of mind produced by it. It leads you to live in an unbearable whirlwind, believing that the situation that causes the imbalance is real, even if it is sometimes imagined by you.

From the distance of the years that have passed since then, it is easier to recognise this kind of reaction in yourself and others, but there are people who suffer from this syndrome all their lives without being able to deal with its sometimes devastating consequences. Give yourself permission to react, but don’t do it compulsively when your feelings are shaken by overflowing emotions. Because your feelings are not you. What you do by reacting in this way is not you. You are more than a moment of losing yourself, although sometimes it lasts longer than a moment, of losing yourself, of seeing a crazed reality in everything around you.

Identification with everything you do takes you to the other extreme when the emotion subsides and you feel what it has done to you (and perceive the results); when it has blown through you like a gale: whether or not to take responsibility if there has been responsibility or harm has been caused requires a maturity that is not always present in our adolescent stage of life.

When I answer like a teenager, yes sometimes I still do, I tell myself things like: «Master your emotions:

Master the emotions, that means looking at them without judgement when they appear but not getting carried away by them. Instead let calmness and quietness take over, let softer, more stabilising emotions take over. Learning from aspects of ourselves that we don’t like so much, makes you think much harder before falling back into them, although we generally tend to learn from some mistakes and then immediately fall back into others.

Being prudent in our decisions challenges us to appease that habit of acting without thinking that so often engulfs us. 

To manage to master fear, uncertainty, knowing that they will be temporary… All this is what I tell myself when one of these episodes occurs, which disarms you and leaves you without resources to deal with anger, a setback or someone who is not used to setting personal limits, forcing others to set them for them.

It is no longer a permanent state as it was when I was a teenager, it is not uncontrolled, but when it comes and goes it still leaves an uncomfortable, very annoying trace. Nowadays I also go through all this, I tell myself the same things as before to get rid of its unpleasant effects but I don’t succumb to them. No, I don’t give in anymore. Or at least that’s what I try to do.

Petu, January 5th, 2022