
Agredido sí, pero no vencido. Esa es la imagen que da. No hay abatimiento ni rendición. La lucha ha quedado expuesta y ha dejado su huella; pero, el árbol sacudido por el viento y herido, resiste. Es mi favorito, su fuerza le ha hecho cambiar de dirección, pero no ha cambiado de sentido. Apuntar hacia el sur indica que la lucha ha sido intensa y que el ataque ha venido de la mano del Viento del Norte.
Su copa ondea orgullosa. Su ondulación es horizontal, un movimiento de banderola; azotado, pero no rendido. Es mi árbol, pero también mi símbolo. El poder del ataque hace que te resientas, que todo tu mundo se vea afectado cuando la acometida es enérgica, pero te llevas puesta la enseñanza. Así que no del todo derrotados, oídos todos los mensajes, salimos airosos porque salimos adelante; descolocados, pero con otras herramientas, con otros mimbres. No hemos dejado nuestra visión de lado, la llevamos con nosotros. Retomando nuestras metas, agarramos nuestras propuestas que hasta ahora no habían sido lo suficientemente oídas y, con ellas en los bolsillos, pero con la vista puesta en lo que somos y lo que queremos tiramos hacia delante. Tocados, pero no vencidos.
Los árboles de alrededor orgullosos están de poder compartir espacio con él. Las heridas de guerra generalmente arrancan miradas de admiración y palabras de reconocimiento a nuestro alrededor, pero ya no son consoladoras porque ya hace tiempo que no son necesarias.
Petu, 2021

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