Canción real al desengaño

Mi trabajoso día,

hacia la tarde un poco declinaba;

y libre ya del grave mal pasado,

las fuerzas recogía,

cuando sin entender quien me llamaba,

a la entrada me hallé de un verde prado,

de flores mil sembrado,

obra en que se mostró naturaleza.

El suave olor, la no vista belleza,

me convidó a poner allí mi asiento;

¡ay, triste!, que, al momento,

la flor quedó marchita,

y mi gozo trocó en pena infinita.

De labor peregrina,

una casa real vi, que labrada

ninguna fue jamás por sabio moro;

el muro, plata fina;

de perlas y rubíes era la entrada;

la torre de marfil, el techo de oro;

riquísimo tesoro

por las claras ventanas descubría, 

y dentro una dulcísima armonía

sonaba, que me puso la esperanza,

de eterna bienandanza;

entré, que no debiera,

hallé por Paraíso cárcel fiera.

Cercada de frescura,

más clara que el cristal, hallé una fuente,

en un lugar secreto y deleitoso;

de entre una peña dura

nacía, y murmurando dulcemente,

con su correr hacia el campo hermoso,

y todo deseoso,

lancéme por beber, ¡ay, triste y ciego!

bebí por agua fresca ardiente fuego;

y por mayor dolor, el cristalino

curso mudó el camino,

que causa, que muriendo,

ahora viva en sed, y pena ardiendo, […]

Canción real al desengaño de fray Luis de León.

“Agudeza y arte de ingenio” de Baltasar Gracián.