Ir a las fuentes

Cuando haces un viaje también realizas a veces un recorrido interior que no tiene por qué darlo en exclusiva El Camino de Santiago. A veces te encuentras con una situación vital en la que tienes algo que resolver, ir hacia delante, desbloquear o solo desconectarte por unos días y curiosamente te baja como del cielo una enorme inspiración con la etiqueta de SOLUCIONADO. A partir de ahí vuelves “como nueva” a casa. Esos son los viajes que me gustan, son aleccionadores, calmantes o  energéticos según se precise. Si tú pides algo no funciona. Lo que te regalan sin haberlo solicitado es lo que marca la diferencia; es la pista, porque generalmente las respuestas de los viajes son una incógnita, una sugerencia que  puedes considerar o no, pero si lo haces vas a tener un trayecto más directo, no vas a dar tantas vueltas y siempre vas a desentrañar algo personal, siempre habrá un aprendizaje. A veces feroz, de esos que arrancan trozos de piel, incómodo, duro; otras es más benévolo, lleno de cordialidad, dándonos sorprendentes soluciones. 

Mi amiga y yo nos escapamos en una ocasión para pasar unos días fuera y descansar de la rutina. Disfrutamos mucho, hicimos parte del recorrido solas y después coincidimos con unos conocidos y otra parte del viaje nos unimos a ellos. Muchas anécdotas para el recuerdo porque había ganas de pasarlo bien y compartirlo todo. Vacaciones, días libres, aquello que saboreas golosa como un niño un enorme pastel. Recorrimos pueblos diminutos en los que los lugareños nos miraban desde todos los rincones y llegaron a hacernos pensar que habíamos infringido alguna ley. Era pura curiosidad hacia los visitantes y aunque parecía muy extraño que, hoy por hoy, algún pueblo se hubiera mantenido lejos de las incómodas visitas de los turistas, en aquel viaje percibimos en propias carnes el excesivo interés que despertamos en sus huraños habitantes.

El silencio que se hacía cuando entrábamos en la única tienda de alimentación, el bar o el restaurante, el examen que tuvimos que encarar desde la otra punta de la plaza; nada nos amilanó demasiado porque llevábamos puesto ese espíritu festivo, algo que no podían quitarnos ni siquiera esas miradas indiscretas aunque también ariscas. Inventamos algunas bromas, expresamos comentarios en voz alta para ser oídas. Hicimos acopio de toda nuestra paciencia cuando no nos atendían y ni siquiera respondían hasta pasados veinte minutos, en éstos momentos también nos hicieron creer que éramos invisibles. No teníamos ningún deseo de importunar, todo lo contrario. De alguna manera quisimos sobreponernos y nos pareció que eso no iba contra nosotras, que acabábamos de llegar, que no nos conocían de nada y sin embargo eran sus prejuicios los que estaban relacionados con todo aquello que representábamos, con nuestro origen y no con nosotras en particular. Nuestra presencia inquietaba tanto a nuestros vecinos como a nosotras su molesto escrutinio. Sostuvimos unos días más la incómoda sensación y después abandonamos aquel bello pueblo y seguimos nuestro camino buscando otros parajes en los que no despertásemos esas reacciones.  

En una gran ciudad pasamos más desapercibidas y disfrutamos de los días de más calor de aquel verano incluso metiéndonos en una fuente enorme para remojarnos levemente, algo que no estaba del todo permitido. Sentadas en el bordillo, jugando con los pies sumergidos en el agua y rememorando las numerosas anécdotas que nos había regalado el viaje nos reconciliamos con esa gente y sus peculiares costumbres. Supongo que el descanso, la distancia a la que nos encontrábamos de aquel pueblo y el chapoteo también tuvieron un papel importante para limpiar esos recuerdos y que fueran un poco más amables. Nos reímos mucho y solo con esa actitud conseguimos quitar hierro al asunto. Purificamos todas nuestras emociones con el baño y depuramos esa desagradable sensación que hasta el momento seguíamos sin entender.

Cualquiera que sea la compañía, el propósito y el sitio al que viajas traes algo diferente de lo que llevabas, pero también dejas en el destino cosas que no vuelven contigo: una experiencia, una perspectiva nueva, un enfoque diferente, algo con lo que no contabas. Ir a las fuentes es grato siempre, sea cual sea el estado de ánimo, la conciencia y más si la temperatura ambiental es en extremo calurosa. En cualquier caso, para mí profundizar en el sentido de las cosas y en su origen es tan esclarecedor como un baño de pies.

Petu, 13 marzo, 2022