Buenos días

©Rhea Hayes

Hoy ya no se saluda a un desconocido por pura cortesía cuando pasas cerca de alguien, así que no saludar en estos casos no se considera un despiste sino lo normal. Pero el despiste no está reñido con la caballerosidad. Los buenos modales deberían perdurar en el tiempo por encima de las costumbres y la familiaridad que mantengamos con ciudadanos, vecinos o conocidos y conservarse así siempre. En los pueblos y en el campo las personas que se cruzan se saludan aunque sea con un imperceptible movimiento de cabeza. Puede que se conozcan de vista, puede que nunca hayan coincidido, pero la educación obliga, o al menos obligaba, a un cordial ¡buenos días! o ¡buenas tardes! En las ciudades solo existe el saludo para gente que ya tiene algún tipo de trato. Debe haber cierto vínculo y en el resto de las ocasiones no es obligado. 

Mis padres se saludaron como lo habrían hecho dos perfectos desconocidos en unos jardines delante de otras personas cercanas a ellos que no daban crédito a la escena, y después de  que mi madre comentara que su marido era el ser más despistado de la tierra tuvo la oportunidad de demostrarlo holgadamente. Ese día nosotros éramos muy pequeños y jugábamos en el parque junto a los hijos de sus amigas, mientras las madres tomaban un refresco. En ese momento vieron venir a mi padre de lejos. Iba tranquilamente dando un paseo a casa para comer y por ello atravesaba el parque en el que estábamos nosotros. 

Mi madre se levantó con ese ademán de: veréis ahora lo que os he dicho, aunque no me creéis. Se acercó hasta donde estaba “aquel señor” e hizo como si se encontrara con él en medio de una gran terraza llena de mesas con gente charlando. Cuando llegó hasta donde estaba le miró de cerca y le dijo, buenos días, y siguió adelante fingiendo que se había cruzado con cualquier extraño. Sin inmutarse y con ademán impecable mi padre devolvió saludo y gesto como si de un dandi se tratara y continuó su camino ante el asombro palpable de todas las amigas, que ahora quedaban convencidas porque lo habían presenciado en directo.

Lo que ya no sé es si llamaron a mi padre en el mismo momento para hacerle saber que había sido objeto de una broma describiéndole los pormenores de lo ocurrido o se lo contaron más tarde, sin embargo estoy segura de que lo tomó con ese gran sentido del humor del que siempre hizo gala. 

Petu, 13 Marzo 2022